15.10.08

Desde adentro


El gordo me mira con un gesto de fastidio desde su silla, mientras Steven Seagal golpea con furia a un par de narcos abusadores…

- Flaco, no te pongas pesado porque cobrás.

Me callé claro. Busqué una posición más cómoda, si es que puede existir tal cosa dentro de un calabozo de dos metros cuadrados, y me quedé mirando fijo con ojos vidriosos, el culo del televisor desde el cual el ícono de la violencia policial yanqui hacía justicia…
El tiempo no pasaba. Se había detenido en esa oscura comisaría de barrio donde mi libertad se tomó descanso. Y la cabeza iba a mil, imaginando sufrimientos ajenos por mi, diagramando posibilidades de escape, pensando lo peor.
La conga fue completita: detención callejera, revisación, tirada de caja, esposamiento, patrullero, puesta en bolas, sacada de cordones, patrullero de vuelta, revisación médica, otra patrulla, pericia y finalmente, calabozo. En el medio, sermones, muchos.

- ¿Tu mujer está embarazada? Lo hubieras pensado antes, ahora ya fue.

- ¿Vos no sabés que no podés andar con esas cosas por la calle?

- Ni un poquito ni nada, no podés andar con droga en la via pública.

- Estás hasta las manos flaquito eh…

- Está mal lo que hiciste flaco, metételo en la cabeza. Es ilegal.

Ilegal, fuera de la ley. O sea, extrañado de las reglas que han sido confeccionadas por especialistas para la armoniosa convivencia de los ciudadanos. Ok. Es entendible. Ahora me pregunto: ¿las leyes son algo inamovible, inconmovible, eterno? ¿No están acaso “al servicio de la gente”, y no para esclavizarla? ¿No tienen la obligación de adaptarse a los tiempos que corren? Y si no lo hacen, ¿no corren el peligro de tornarse anacrónicas?
Hoy todo el mundo fuma marihuana. Al menos un 60 % de los que tenemos entre 18 y 35 lo hacemos. En menor o mayor medida se disfruta de la hierba que trae calma a nuestra cabeza, luego de dias de stress y locura “ciudadana” y legal. Porque que millones padezcan hambre es legal, que un arteroesclerótico maneje un pais y mate 40 personas es legal, que cualquier infelíz porte chapa y fierro es legal, que un borracho apriete el botón nuclear también lo es…pero que yo me fume un churro es un delito inconcebible, vea usted.
Vuelvo a la 4ta. Si, porque estuve en esa dependencia.
El gordo, el oficial a cargo de la custodia de semejante criminal (un sargento o cabo creo), intenta algo parecido a una disculpa:

- ¿Sabés que pasa? Si no te trato así, los oficiales jóvenes toman un mal ejemplo. No puedo ser blando delante de ellos porque si no no aprenden. Yo te entiendo, yo también cometo errores. ¿Entendés? Yo soy de la policía vieja…

Entiendo. Demasiado entiendo. Le digo que si. ¿Que otra cosa puedo hacer desde un calabozo lleno de diarios mugrientos, con olor a meo, oscuro y frio?. El afuera, con el fierro en la cintura y cara de John Wayne del subdesarrollo.
Ya no insisto con preguntar que va a ser de mí. Solo espero que pase algo, malo o bueno, pero que algo me saque de ahí y me dé la posibilidad de llamar a mi familia y comunicarles mi carácter de “detenido”, que es mejor que el de estar como López o bajo las ruedas del Oeste. Pero sigo además, en carácter de “incomunicado”, por lo que no me queda otra que seguir maquinando. Espero.
Hace un rato nomás participé de una de las mayores payasadas de las que tengo memoria en mi vida. Me llevaron hasta una de las oficinas en donde me esperaban una fauna de milicos que me miraban como se contempla a un deformado, con esa mezcla de odio y lástima, bañada de una desagradable sensación de compasión barata. También estaban los dos testigos del hecho: un pendejo de porra y remera hardrockera que nunca quiso mirarme a la cara y un muchacho de aspecto humilde, muy probablemente albañil, con una mochilita raída y un gesto que bordeaba entre la tentación de risa y la solidaridad muda. Me gustaría mucho saber que pensaría, como también lo que pasaba por la cabeza del oficialito que me detuvo, un correntino más negro que yo y al que cagaron a pedos toda la tarde por no seguir correctamente el procedimiento (y ser un poco más humano conmigo).
En fin. Eramos como diez en una oficinita con dos escritorios mínimos, un par de sillas y una computadora en la que uno de los botones escribía los detalles del evento. Otro rati, un oficial de narcóticos, dirigía la batuta con un aire ligeramente doctoral, con sus lentes de rata miope y el bigote descuidado. El se encargó de hacer las pruebas, rompiendo una ampollita con un líquido que al tomar contacto con la ganja se puso como la sangre, señal de que estábamos ante la presencia de un ilícito. Palmadas en la espalda de los compañeros que pasaban por la puerta entreabierta y preguntaban: “y, hubo suerte?”. “3, 3 gramos picados”, y la respuesta “por poco eh. Felicitaciones igual”. Y seguían.
Me vengo a enterar en toda esta movida que, si uno transporta menos de 20 gramos en un bloque (piedra decimos todos), se considera “consumo personal”, te hacen una contravención y te largan. En cambio si eso mismo o al menos 5 gramos está picado en algún recipiente o bolsa, se considera “venta” y estás hasta las manos. En limpio: zafé de pedo.
El Terminator criollo de la Bs As 2 que se hizo cargo de mi asunto, me miraba desde su metro ochenta y cinco como diciendo “la próxima no salís”. Y le dictaba entre sonrisas al otro de la compu: “Sustancia vegetal verde parduzca con olor nauseabundo”. Porque así figura la maría en los informes de ellos. Increíble pelotudez: ¿de olor nauseabundo? La gorra les apretó la sesera demasiado.
Salí de ahí más confundido que antes y me devolvieron a mi spa personal hasta que el mismo ganso que tomaba nota y parecía el clon del policia tonto de “Scream”, vino a decirme que estaban por largarme, y una segunda vez a anunciarme que “tenía visitas”, acto anterior a abrirme la puerta y encontrarme con parte de mi familia, que me esperaban angustiadísimos en el hall de la seccional.
Ni quiero pensar en lo que me podría haber pasado. Pero créanme que lo que llegó a pasar tampoco fue agradable. Ahí dentro creí que enloquecería y reventaría mi cabeza contra la pared. Y solo estuve cuatro horas, no me tocaron un pelo y ni siquiera me insultaron.
Pero las miradas, las frases despectivas e irónicas, los sermones, las esposas, el paseo en patrulla. El miedo de no saber. El mirar la realidad desde atrás de unos barrotes. El pensar que se está en manos de unos sátrapas que lo más cerca que estuvieron de un libro fue cuando les tocó adicional en la Biblioteca Provincial.
Todo eso por tener el atrevimiento de elegir algo distinto que bañarme en scotch, internarme durante horas en el bingo, jugarme la casa en el hipódromo o dejarme los dedos amarillos de nicotina. Todo legal.

16.8.08

De por qué no me gusta Riquelme en la selección


Es algo más que corriente que en los momentos de la vida en el que aparecen las crísis, salgan a la luz las tensiones ocultas, las miserias, el "detrás de la escena", los trascendidos, lo que no se veía en una primera lectura superficial; las mierdas, decimos en Argentina.
En fútbol, ni hablar. Pasa absolutamente siempre, transformando al plantel más armónico en un nido de víboras sedientas de sangre...En esos contextos hacer leña del árbol caído, apelando a la crítica fácil, es moneda corriente entre el público futbolero, más aún en un pais en el que "somos todos técnicos". Pero lo verdaderamente curioso, es que con el mismo tic se muestran una y otra vez los hombres de la bendita prensa especializada, devenidos de pronto en iluminados que señalan errores "con el diario del lunes", como se dice comúnmente.
No será este caso, pues quiero hablar de algo negativo en un contexto positivo, al menos desde el resultado. La selección argentina sub 23 que participa en los Juegos Olímpicos de China, acaba de derrotar a Holanda por 2 a 1 y se clasificó para disputar la semifinal con el omnipresente Brasil. De ganar nuevamente, se aseguraría una medalla de plata al menos. Quiero entonces, abordar un análisis crítico en la victoria, momento más fructífero para hacerlo sin culpas.
La pregunta que cae de madura (y desde hace rato) es: ¿a que juega la selección de Basile, en este caso representado por el otrora barbado Checho Batista? Ese es un interrogante que se hace la mayoria de los hinchas argentinos (y los hinchas con micrófono), desde que el Coco asumió su segundo periodo al frente de la albiceleste, a mediados de 2006. La complejidad de la respuesta obliga a un análisis pormenorizado de la cuestión, y los considerandos son infinitos. Por eso, solo me voy a centrar en uno de ellos, al que considero central para responder a todos los demás. Lo resumo en un enunciado: Argentina no juega a nada porque Riquelme no juega a nada.
Si, ya sé, riquelmianos, bosteros y líricos en general, me saltarán a la yugular como leones hambrientos. Dirán que uno brega por el antifútbol, que prefiere a un áspero cuevero rompetibias y que se solaza con un recio rechazo a las gradas.
Nada de eso, lamento decepcionarlos. Uno es de esos amantes incorregibles del buen fútbol, del pase fino, de la pared justa, y de la caricia al gol. Por ende, puedo decir con todo orgullo que a mi me gusta muchísimo la técnica de J.R. Pocos players argentos (casi nunguno) han demostrado tamaña capacidad para dominar el balón, tan buen panorama de juego y la capacidad de meter pases como estiletazos entre la maraña de piernas que comúnmente puebla cualquier área de juego (pases bochinescos, diría un relator). Algunas imágenes de archivo retratan mejor que mil palabras la belleza que poseen sus movimientos, como aquel caño invertido a Yepes que será repetido hasta el fin de los dias por los canales de deportes.
Esto sin contar su precisión increíble en los tiros libres, tanto en los que van directo al arco, como en los que terminan en la cabeza de algún compañero avispado. Bellas combas, furibundos remates, y una especie de tiro seco que parece que se eleva al cielo, para bajar de golpe y sorprender al confiado arquero, soldado inútil en su caminata al fondo de la red para "sacarla de adentro", al tiempo que Román trota sin prisa hacia una esquina para colocar sus manos en las orejas, como el Topo. Todo muy lindo, pero....
Pero el Riquelme actual (y no ese pendejo desfachatado de la era Bianchi), este jugador maduro, de 30 años, de tibio paso por Europa y que hoy posee la Nº10 de Boca y la selección; este Juan Román, no juega absolutamente a nada.
¿Perdió la habilidad? ¿No se recuperó bien de una lesión grave? ¿Está fuera de estado? ¿Está deprimido? Ninguna de estas incógnitas encierra una probable respuesta. Lo que le pasa a Riquelme, es que no tiene valentía. Con la pelota en los pies se lo ve timorato, inexpresivo, lento, (y acá viene lo peor) exasperantemente conservador.
Si uno tiene la suficiente capacidad de observación como para despegar su figura de la de los demás, si uno cuenta mentalmente las ocasiones perdidas por su responsabilidad, si uno se toma esa tarea, descubrirá que son infinitamente más numerosas las puertas que cierra que las que abre.
Veámoslo asi: pensemos el fútbol como un enorme edificio en el que cada departamento es una posibilidad distinta de llegar al gol. Generalmente, uno solo accede al depto propio o a aquel en donde lo dejan pasar los amigos. Pero hay alguien (uno por cada construcción), que si puede entrar y salir de ellos casi sin pedir permiso: el portero. Este trabajador tiene el manojo de llaves al alcance de la mano y sabe a ciencia cierta, que lo puede utilizar en caso de emergencia (que puede ser en cualquier momento). O sea: tiene todas las posibilidades de llegar al objetivo, tan fácil como rápido. Por lo tanto, y apartir de esto, me pregunto: ¿que pasaría si, por un artificio del destino, repentina locura o secreta imposición de alguna fuerza maligna, ese portero tan servicial, trabajador, honesto y capaz como fue toda la vida, de golpe arrojara el racimo de llaves a la calle a la vista de los transeúntes ocasionales? El seguro correlato de esta pequeña historia incluiría como mínimo, en primer lugar, el reemplazo de todas las cerraduras del lugar; y en segundo, el cambio de portero.
Trasladando esto al campo de juego, tenemos un enganche (portero) que desaprovecha los huecos que se abren en las defensas (y que son un posible acceso al gol), para canjearlos por la seguridad de un pase hacia atrás, al cuevero o quizás a un líbero aburrido. Una finta prometedora (siempre de espaldas a la meta rival), solo para ubicar la pelota recta sobre una de las bandas, pasandole la responsabilidad al carrilero de turno (y no siempre hábil con el balón). En suma: Riquelme no juega, no dá más pases, no acaricia la globa como antes: se la saca de encima. No juega ni hace jugar.
Se me dirá: "de afuera es fácil hablar". Claro que para contestar ese tipo de observaciones, las comparaciones (que no son siempre odiosas), sirven. Si bien es cierto que enganches cada vez hay menos, algunos aún engalanan la posición. Ahi está Ronaldinho por ejemplo, que aún no estando en óptima forma, funciona como la contracara de este jugador. Él, como el burrito Ortega, Messi y tantos más, tienen la virtud de intentar siempre ir para adelante, de buscarle la vuelta a la jugada, de generar espacios, en fin de correr riesgos, que de eso se trata el fútbol.
Por el contrario, Riquelme no genera, solo cuida lo que hay, administra la pobreza general. Parece ser un adalid del conservadurismo que dicta siempre "hay que tenerla, cuidarla, aguantar". Eso sigue haciendo muy bien: aguantar la pelota, situación que genera muchas faltas a favor y posteriores tiros libres, pero no mucho más que eso. Para Morón, Temperley o incluso Gimnasia de Jujuy puede estar bien. No para la selección argentina.
Increíblemente el señor Basile sigue apostando ciegamente a un sistema basado pura y exclusivamente en el funcionamiento de Riquelme como eje único de circulación de pelota, desaprovechando las bandas que tan bien solía usar el "loco" Bielsa. Pone a Román y uno o dos cincos de buen manejo y misma misión: tenerla y aguantar (Gago, Banega, Mascherano, grandes jugadores desaprovechados por el esquema). El resultado es previsible: el 10 siempre de espaldas, lento, cansino y aburridísimo, tocando para atrás, una y otra vez. Horrible a los ojos, decadente para el siempre respetado fútbol argentino.
La característica actual de nuestra selección es esa: la lateralización eterna, la descarga defensiva y el consecuente pelotazo de los centrales para que se maten los de arriba, mientras el 10 trota apático hacia un costado.
Así pasan oscuros y olvidables encuentros en los que el pequeño genio de Messi salva las papas con una que otra maniobra individual, sacada de su galera por la voluntad de retroceder unos metros para hacer lo que su compañero no puede, no quiere o no lo dejan hacer: tomar la pelota y encarar de frente al área contraria, buscando el pase incisivo, preciso, inquietante y por sobre todas las cosas: para adelante.
Entonces, sigo preguntando: si Juan Román Riquelme ya no es el jugador desfachatado, potreril, atrevido y elegante de antaño, ¿por qué se insiste en erigirlo como eje central de un circuito futbolístico de semejante envergadura como el seleccionado nacional argentino?. ¿Acaso no hay opciones dentro del innumerable semillero albiceleste para reemplazarlo, o al menos acompañarlo en la hermosa tarea de la creación ofensiva? La respuesta claramente es positiva y grita por ser escuchada.
J.R., al igual que el potrero de nuestro cuento, ha extraviado las llaves que conducen al gol y las ha cambiado por simples, monótonos, opacos y previsibles "pasadores" de fierro barato, tan fáciles de sortear como una abertura sin puerta.


31.5.08

La triple A del General


Acá les dejo un artículo muy interesante aparecido en una publicación del PO. Echa un poco de luz sobre este espinoso tema para la patria justicialista. Y ayuda a pensar que la verdad será verdad completa cuando cada uno se haga cargo de sus responsabilidades históricas.


Triple A: La responsabilidad de Perón / Encubrimiento post mortem

Ocurrió el 8 de octubre de 1973. Los 8 de octubre, sabido es, se conmemora oficialmente el nacimiento del general Perón, aunque la fecha y el lugar de su natalicio nunca se conocieron con certeza; él mantenía con su pasado vínculos oscuros y secretos.
Esa noche, cuando faltaban cuatro días para que Perón asumiera la Presidencia por tercera vez en su vida, su jefe personal de seguridad, el teniente coronel Jorge Osinde –antiguo represor y torturador en tiempos de la siniestra Seguridad de Estado, en los primeros años ‘50– le organizó al general un agasajo muy peculiar en la casona que el PJ le había comprado a su líder, en la calle Gaspar Campos de Vicente López.
Se trató de una comida a la que asistieron casi 500 suboficiales del Ejército y un equipo numeroso de matones civiles, entre ellos uno de los primeros integrantes de la Triple A: Saturnino Castro (a) “El Potrillo”, cuyo hijo Jorge, militante del ERP y sobreviviente de aquellos días, dio testimonios extensos y minuciosos sobre las actividades criminales de su padre.
Otro miembro fundador de la Triple A, el ex teniente primero Horacio Salvador Paino, también relató lo sucedido esa noche en Gaspar Campos ante la Cámara de Diputados de la Nación (véase, por ejemplo: Del Frade, Carlos: “Los prólogos”, en Argenpress, 25/12/06).
Perón habló a sus invitados en tono de arenga, ejerció sobre ellos una fuerte presión política: les dijo que los necesitaba, que le resultaba imprescindible tener con él a suboficiales del Ejército Argentino y a “civiles leales” para cumplir las tareas “que el momento exige”.
De aquellos 500 militares, sólo se quedaron unos 200 para una reunión posterior, ya de madrugada. A ellos, Perón les dijo: “Después Lopecito (por José López Rega) se va a encargar de organizarlos”.
Esa noche, oficial y personalmente, Perón dejó inaugurada la Alianza Anticomunista Argentina, que en un primer momento no se llamó así sino “Comando Libertadores de América”.

Primeros crímenes
Aquella banda comenzó a operar enseguida, en ese mismo octubre de 1973, con los asesinatos del periodista José Colombo, en San Nicolás, y del dirigente peronista Constantino Razzetti, en Rosario; no, como sostiene en su resolución el juez Norberto Oyarbide –viejo cuadrito del catolicismo integrista y hombre de la Policía Federal, con cuyos “grupos de tareas” estuvo vinculado durante la dictadura– el 21 de noviembre de ese año, cuando atentaron con bomba contra el entonces senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, a quien no lograron asesinar pero sí hirieron de gravedad. De todos modos, ese ataque se produjo ya bajo gobierno de Perón, a quien Oyarbide evita mencionar.
Empero, la estructura de esa organización criminal no descansó básicamente en aquellos suboficiales del Ejército sino en la Policía Federal. Eso fue especialmente así desde que Perón designó jefe de esa fuerza a otro viejo represor y asesino de la “libertadora”: el comisario Alberto Villar.
Entre los organizadores de la Triple A estuvo, se sabe, Miguel Angel Rovira, agente civil de inteligencia de la PFA, quien hasta no hace mucho fue jefe de seguridad de Metrovías, de donde consiguieron expulsarlo la movilización de los trabajadores de la empresa y los escraches de la agrupación Hijos.
En definitiva, la Triple A no fue una organización parapolicial o paraestatal, sino un organismo clandestino del propio Estado armado desde el despacho del general Perón. Los esquemas y posibles organigramas de ese tipo de bandas le habían sido proporcionados a Perón en España por represores veteranos del régimen franquista. A tal punto fue así que, más de 30 años después, uno de los responsables operacionales del equipo criminal, el ex subcomisario Rodolfo Almirón (a) “Coquibus”, continúa protegido por Manuel Fraga Iribarne, ex presidente de la Comunidad gallega y ex ministro de Francisco Franco, el jefe fascista que durante tantos años dio asilo a Perón.

Algunos antecedentes
El verdadero coordinador de la Triple A, Jorge Osinde, ya había hecho una práctica en gran escala con la masacre de Ezeiza, el 20 de junio de 1973, cuando Perón regresó a la Argentina por segunda vez desde su derrocamiento. Al día siguiente, por cadena de radio y televisión, Perón elogió a Osinde, defendió a los masacradores y calificó de “infiltrados” a quienes habían sufrido aquella represión criminal. Desde ese momento, no podía haber dudas sobre qué partido tomaba el general, quiénes lo habían traído y por qué.
Se trataba, por cierto, del político burgués más popular y con mayor autoridad de masas de la historia argentina, lo cual no era gratuito. Él, sin desarrollar jamás una política nacional democrática, que lo habría obligado a romper con el imperialismo –algo que en ningún momento se propuso–, hizo a los trabajadores concesiones democrático-sociales históricas y los integró al Estado burgués.
Pero en 1973, cuando Perón regresó convocado por quienes lo habían derrocado en 1955, toda la acción del movimiento obrero se orientaba hacia la independencia de clase y, por tanto, apuntaba contra la línea de flotación del régimen político. Los “libertadores” esperaban que la autoridad de Perón le permitiera contener el conflicto, pero el general sabía que no le resultaría suficiente. Resultaban necesarios, pues, los militares, policías y “civiles leales” para hacer frente a las tareas “que el momento exige”.
Por lo demás, antes de asumir la Presidencia, Perón había contribuido a la caída de Salvador Allende en Chile al ordenar, por medio de su vicario Héctor Cámpora, que las masas movilizadas en toda la Argentina se retiraran de las calles. De inmediato obedecieron la JP y el Partido Comunista, de modo que la dictadura chilena tuvo tranquilidad del otro lado de la Cordillera.
Luego, ya en el gobierno, Perón permitió a una delegación de la Dina, la policía política de Pinochet, instalar una oficina en Buenos Aires, en la calle Moreno, frente al Departamento Central de la PFA, para espiar y perseguir a la colonia de exiliados chilenos. También fueron perseguidos militantes brasileños huidos de la dictadura del general Geisel, y algunos de ellos fueron secuestrados aquí, trasladados a su país y “desaparecidos”, de todo lo cual podemos dar detalles en otro trabajo. Pero el “Plan Cóndor” empezó con Perón, aunque, cierto es, tras el golpe de 1976 adquiriría proporciones alucinantes.

El ocultamiento
Resulta preciso referirse a esos hechos con todo rigor, porque la “progresía” argentina insiste en atribuir las acciones de la Triple A sólo a Isabel Perón, una continuadora feroz porque carecía, a diferencia de su marido, de cualquier autoridad; y, sobre todo, a López Rega, un sujeto con problemas psiquiátricos que hacían de él casi un fronterizo, cuya única función fue robar del Ministerio de Bienestar Social los fondos exigidos por el financiamiento de la Triple A.
Así, por citar un caso, Página/12, en su edición del 27 de diciembre de 2006, habla, al referirse a la AAA, de “los ataques, secuestros y asesinatos que sucedieron durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón”. ¿Y los cometidos antes? Como si no hubiesen existido.
El boletín oficial del gobierno, condición asumida conscientemente por Página/12 –he ahí la importancia de lo que dice–, ha decidido encubrir pos mortem a Perón, ideólogo, creador y jefe de la Triple A.


ALEJANDRO GUERRERO

28.5.08

Infiel


Otra vez se le quedaba mirando el sereno del edificio de enfrente. ¿Sospecharía algo? En cualquiera de los casos, que importaba; no tenía la menor conexión con su vida y nunca se le ocurriría decir nada a nadie. ¿O si?
El ruido de la puerta del ascensor al cerrarse, provocado por el impulso de su propia mano, lo sobresaltó. No se había dado cuenta de lo que hacía. Pero para cuando podría haber reparado en ese detalle, su pensamiento ya había volado de nuevo, de la situación y de su propia reflexión interna.
Ahora tiraba la cadena. Vio su meo dar vueltas en el agujero hasta ponerse espumoso y, finalmente, inodoro, incoloro e insípido. No pudo evitar la comparación, y de pronto fue su propio meo, girando perdido hasta desaparecer.
Volteó la cabeza hasta dejarla descansar entre los el marcos del espejo, ya gastado en los lados, marrones y sucios de tanta sombra. Y vió la vida saludar desde el cenit de su cabeza, y descender por la frente, hasta irse lejos. Contempló su propia caricatura triste y contó mil nuevas arrugas, a la par que pensaba en una nueva mano de pintura para el techo, casi descascarado por completo.
Se arrastró por el living, pasó los 18, el cumpleaños 60 de papá y esa en Córdoba con la Tia Eulalia. La del casamiento se resistía al desalojo hacía rato, junto a la puerta de la habitación. Desteñía humedad.
Abrió la puerta sigilosamente para evitar los tipicos crujidos, No pudo evitarlo, pero aún asi no generó movimiento en el bulto bajo las cobijas. Luego de un momento de zozobra en la penumbra, avanzó delicado pero decidido hacia su mesita de luz. Cuando estuvo junto a ella apoyó suavemente las llaves del auto y la billetera. Se sacó con cuidado el reloj e hizo lo mismo, procurando dejarlo lo suficientemente lejos del borde para que no se cayera al prender el velador por la mañana. Se quitó los zapatos utilizando la punta de cada pie sobre el tobillo del otro. La gamuza patino suave por el calcetín de seda. Cinturón, pantalón, sueter y camisa, todos al respaldo de la silla antigua que dormía en la esquina de la enorme pieza.
Tomó con cuidado el extremo de las cobijas y las elevó lo suficiente como para dejar ingresar su menudo cuerpo al área cálida que limitaba el colchón por abajo, y el cuerpo de la persona que yacía en él, por el otro extremo. Entró con gracia, solo emitiendo un imperceptible suspiro de alivio. Se acomodó prácticamente en el mismo movimiento.
Miró en la oscuridad y encontró la silueta de los números amarillos de su reloj sobre la mesita: las 3:12. Todavía tenía unas horas como para poder descansar el cuerpo. Después de todo ya se había acostumbrado a dormir poco. Cerró los párpados inútiles de luz y se dispuso a dormir. En eso escuchó el sollozo…
Un gemido mínimo, pero audible. Entrecortado, pero constante. Se alarmó automáticamente y la miró. La mujer dormía exhalando un grueso ronquido, gutural, bestial casi. Se dijo a si mismo que no podía ser y atinó a mirar en cada rincón de la habitación, sin sacar jamás la cabeza completa de bajo el abrigo. Nada. Pero el sollozo continuaba. ¿Quién era entonces?
Era él. Lloriqueaba como una nenita perdida en la multitud, o peor, perdida en el desierto. Las lágrimas corrían por su mejillas a raudales, y sus fosas nasales comenzaban de a poco a poblarse de mucosidades que dificultaban cada vez más la respiración. Pero lo peor no era esto: sino que el ruido de su propio llanto iba in crescendo hasta convertirse en un espasmo espantoso lleno de congoja. Intentó concentrarse y repasar los hechos: él no podia estar haciendo eso, si ya era algo totalmente normal, una rutina de años, un filito histórico. Pero seguía, y si no acababa ya, lo delataría. El último pensamiento fue simultáneo a la pregunta de su esposa: ¿Qué te pasa Roberto?
No se había dado cuenta de lo que hacía. Pero para cuando podría haber reparado en ese detalle, su pensamiento ya había volado de nuevo, de la situación y de su propia reflexión interna.

30.3.08

Hormigas

Un recuerdo de las vacaciones. También lo pueden encontrar en http://gmm2008misiones.blogspot.com/

Todo es más grande en Misiones. No sé como explicarlo, pero es asi.
Ah ya sé: en el camino de Los Macucos, en el Parque Nacional Cataratas del Iguazú. Ahi fue. Unas hormigas del tamaño de una falange. Y por si no me creían, traje una encerrada en un frasquito. Ya estaba muerta claro, porque sino no iba a aguantar hasta La Plata. Fiambre y todo servía, lo importante era verla.
Las patas fuertes, la cabeza algo grande en relación al cuerpo y lo más sorprendente: unas mandíbulas capaces de atemorizar a la araña más patotera. Aunque las arañas de ahi, bueno...
Se cruzaban de lado a lado del sendero que marcaba el rumbo hacia lo desconocido (para nosotros los nuevitos de la selva). Corrian a una velocidad inusitada, sin pararse a ver que gigante venía aplastandolo todo. Corrían riesgos.
Muchas yacían aplastadas sobre la tierra roja. Algunas sorprendidas con la carga encima, hojas o pequeños palitos. Otras siplemente con el gesto de sorpresa dibujado aún en sus antenitas. Pero ni asi amainaban. Cabeza en alto y a cruzar, aunque me cueste la vida. Así son ellas.
Eso le pasó a la mia, a la hormiga que traje en el frasquito digo. Se ha mandado sin ver. O viendo sin pensar. O pensando sin temer. Qué se yo, se mandó y a cobrar.
La miro ahora y me acuerdo también del tamaño del pasto: como helechos, una cosa de locos. Me traje uno, pero se me secó mucho y perdió contundencia. Verde era una rama casi, imponente como la catarata misma.
Pensé en el momento "no puede ser un pasto, debe ser algún tipo de planta desconocida en Buenos Aires". Pero no, era un simple y auténtico pasto misionero. ¿Césped es más fino no? Si, bueno, entonces "un auténtico césped misionero".
No vi muchos caballos. A decir verdad no recuerdo haber visto caballos. Pero seguro que hay, pocos pero hay. Y los que viven por ahi se deben hacer una panzada con semejante pasto, con 10 o 15 ya está. Panza llena. Con lo verdes que son además. Pura fotosíntesis, te cuento.
En algunos sitios el pasto era más ancho que una película fotográfica y más verde que la camiseta de Ferro. Increíble verlo.
Como lo de los chicos rojos. ¿Como que no te acordás? Los nenes esos. No no eran pelirrojos, eran rojos. Si, del color de la tierra.
Andaban todo el dia, meta caminar. Ibas a cargar el termo y ahi estaban. Ibas al baño y estaban ahí. Te metias al rio y de pronto los tenias al lado. En las excursiones, en el centro, en todos lados.
La cuestión es que no había forma de no verlos. Y te hablaban. Te decían: "me dá una moneda o algo para comer". Y les dabas. Porque otra no había.
Una vuelta le cortamos unos pedazos de zandía, una tarde de calor infernal en la que nos habiamos puesto a comer en el cámping, muertos de sed. Se acercaron, callados, con la voz en los ojos, el pelo seco y los pies descalzos.
Y de pronto no estaban más. Se esfumaban, así como así. Te dabas vuelta para darles algo más y ya no había nadie. O los veías corriendo a lo lejos, parando a otro desprevenido o zambulléndose en el agua, junto a las rocas.
Pero volvían seguro. Siempre, con cada ruido de la panza.
Eran chicos guaraníes, quizás algún toba. Indios. Auténticos indios misioneros. Y eran rojos che, ¿podés creer? De la cabeza a los pies. "Los niños rojos" se me ocurrió en el momento.
Ahora que lo pienso eran como las hormigotas: se mandaban al camino sin pensar, sin miedo, sin mirar. Con el objetivo bien adentro de sus cabecitas y mordiendo en las conciencias de los curiosos.
Es así. Todo es más grande en Misiones, seguro. La pobreza también.

1.2.08

El payador perseguido


A mi viejo, por acercarme a Atahualpa

"Yo sé que muchos dirán
que peco de atrevimiento
si largo mi pensamiento
p'al rumbo que ya elegí,
pero siempre he sido ansi;
galopiador contra el viento."


Si uno arranca diciendo algo asi, es porque lo que sigue no es menos...y asi es todo "El payador perseguido", la obra cumbre del genial Atahualpa Yupanqui, quizás el más grande artista que ha dado esta tierra argentina.
Hoy, en los dias en que se cumplen 100 años de su natalicio, es imposible no emocionarse escuchando sus versos, pedazos vivos de experiencia por caminos y pueblos. Una mirada aguda de la vida en el campo, de la aventura del paisano en la gran ciudad y el despecho del que se vuelve con la cabeza gacha pero la conciencia encendida.


"Pobre naci y pobre vivo
por eso soy delicao.
Estoy con los de mi lao
cinchando tuitos parejos
pa' hacer nuevo lo que es viejo
y verlo al mundo cambiao."


Uno aprende cuando lo escucha a Yupanqui. No son solo hermosas imágenes lo que ven nuestros ojos con su prosa (lo que ya es mucho decir), sino que pueden sentirse en lo más hondo los pesares de nuestra gente, la explotación, el ultraje y la desidia del que fue víctima el campesino argentino al que llamamos "gaucho".
Pero sería un error enorme creer que sus palabras se refieren a historias folklóricas sin vuelo más allá de su contexto. Lo que Don Ata cuenta no es ni más ni menos que la historia del hombre y sus miserias enmarcadas en un capitalismo agrario que se extiende hasta nuestros dias, adaptado a todos los paisajes y razas.


"Estas cosas que yo pienso
no salen por ocurrencia.
Para formar mi esperencia
yo masco antes de tragar.
Ha sido largo el rodar
de ande saqué la alvertencia."


Hay un idealismo conmovedor, una ilusión que por mucho castigada nunca desaparece. Son tristes las historias, pero como el mismo aclara, funcionan como advertencia del que habla por experiencia propia, para no repetir viejas historias de injusticia.
El honor, la dignidad, la coherencia y principalmente la rebeldía, son cuentas de un mismo collar en Yupanqui, un tosco cantor de manos enormes y sonidos de guitarra tan particulares como bellos.
Sus letras son recitados siempre, aunque cante. No hizo de la voz un júbilo, más reemplazó la precariedad lírica con su decir, como lo hizo alguna vez el Polaco cuando la gola no le aguantó más; como solo pueden hacer los grandes.
Y si uno a veces le pide a los que dicen que además hagan, él supo ser consecuente siempre con eso. Fue perseguido por dictaduras y democracias blandas; fue golpeado y encarcelado; fue prohibido y ninguneado; y hasta tuvo que llevar lejos sus coplas inquebrantables para no mancharlas de la verguenza de sus enemigos. Pudo regresar sin embargo para que los más jovencitos de su vejez pudiéramos conocerle la cara viva en algún programa de televisión, siempre abrazado a su vigüela amiga.


"Por la fuerza de mi canto
conozco celda y penal.
Con fiereza sin igual
más de una vez fui golpiao,
y al calabozo tirao
como tarro al basural."


Se puede matar a un hombre.
Pueden su rostro manchar,
su guitarra chamuscar.
¡Pero el ideal de la vida,
esa es leñita prendida
que naide ha de apagar!"


En su palabra está Jara, Zitarrosa, y todos aquellos cantores anónimos que vivieron y murieron con el corazón más cerca de la boca que del cerebro. Su atrevimiento tiene el eco de la redención eterna, de esas voces que vuelven en cada derrota para recordarnos que estamos vivos aún para intentarlo.
Alguna vez mi viejo me contó una historia que lo ubicaba a él en una misma mesa con el maestro. Más allá de la veracidad del relato, lo cierto es que el entuerto venía mas o menos así: en la previa de un asado luego de una actuación en Cosquín, donde Don Ata era gran figura, una periodista se acerca para pedirle unas pocas palabras, ante lo que Yupanqui se niega argumentando la proximidad de la "churrasquiada". Plena de revancha, la señorita de prensa se queda pululando alrededor a la pesca de una oportunidad. Atahualpa encendió entonces un cigarrillo y se puso a conversar con sus acompañantes. Y es asi que, a modo de revancha, la mujer se atreve a preguntarle por qué razón él, que era tan nacionalista, fumaba tabaco importado. Dice mi viejo que Yupanqui la miró, y tan tranquilo como era le soltó: "Mire jóven, seré gaucho, pero no por eso voy a fumar pasto".


"Yo vengo de muy abajo,
y muy arriba no estoy.
Al pobre mi canto doy
y así lo paso contento,
porque estoy en mi elemento
y áhi valgo por lo que soy.


Si alguna vuelta he cantao
ante panzudos patrones,
he picaneao las razones
profundas del pobrerío.
Yo no traiciono a los míos
por palmas ni patacones.


Aunque canto en todo rumbo
tengo un rumbo preferido.
Siempre canté estremecido
las penas del paisanaje,
la explotación y el ultraje
de mis hermanos queridos."


Inolvidable. Unico. Emocionante. Atahualpa Yupanqui señores, orgullo de nuestra tierra.




*Aqui nota biográfica de Sergio Pujol en Clarín (Gracias H.A.P.)
* Aqui la letra completa del "Payador perseguido"